Sesenta
años son toda una vida...pero en la pareja es el doble, a menos que ese tiempo
se haya compartido totalmente, cosa muy poco frecuente. Desde que la ví pasar
con aquel vestido celeste y pregunté... imaginé que era para mí, y la imaginé
formando un solo ser, por siempre juntos noche y día, sin hacernos sombra, sino
cada uno bajo la sombra fresca y pura del otro... Y se fué dando desde el
primer beso, aquel 14 de abril de 1955 en la bendita esquina de Avellaneda y
Nazca, en nuestro barrio, Flores. Luego, todo fué ir dejando transcurrir
el tiempo, mientras los sentimientos seguían creciendo y purificándose sin
prisa y sin pausa. Y así nos amamos profundamente, nos deseamos sin pausa en
todo momento, mientras luchábamos entre los avatares de la vida y nuestra
profesión.
En
medio, toda nuestra familia, con caracteres propios e individuales, con miles
de combinaciones diferentes, con diarios matices… barriales, vecinales, de
nuestros numerosos amigos…y compañeros de la Universidad, los Cursos, los
hospitales, las Guardias, ya que acostumbrábamos a que cada uno visitara al
otro en su respectivo servicio, y por eso nos hemos visto y compartido horas
todos los días, casi sin excepción. Hilda en la Maternidad Peralta Ramos,
Hospital T. Álvarez, ó en el Hospital Salaberry . En mi caso, en el Rawson, el
Borda, el F.J. Muñiz, ó el F.J. Santojanni….
Muchos años de toda aquella edad feliz… Entonces compartíamos todo sin
excepción, igual que en nuestras casas, el barrio, toda la vida misma, sin
desperdiciar detalle alguno. El zaguán de Cuenca 290, lugar sagrado donde nos
contamos nuestros primeros secretos, charlando horas y besándonos
incansablemente… Ó la sala de cuenca, donde estudiábamos con Chichin, con Mario
Catri, Titín ó Pochi, pero donde realmente yo esperaba que viniera mi princesa
a charlar, ó se sentara al piano y nos deleitara con un Nocturno de Chopin ó unos tangos, ó nos cantara unas
Canzonetas Napolitanas como solo ella hacía…
Las
reuniones inolvidables en lo de Elvira, prima de Hilda, esposa de Maboli, madre
de Néstor y Carlos, que vivían al lado, cuenca 284, con la prima Campi, hermana
de Elvira, esposa de Miguel, personas que daban placer solo con su presencia. A
pocos metros, en Bogotá, el tío Miguel y su familia, y a tres veredas de casa,
la tía Rosita, hermana del padre de Hilda, su hijo Toto Lepre, su mujer Blanca
y su hija Telma, que nos deleitaba con la guitarra…Vivíamos tan cerca que nos
tratábamos a diario, y era todo un placer.
La mesa, con todos juntos, era algo sagrado, era compartir
la vida entre todos, comer muy bien y crecer sin darnos cuenta. Todo se
combinaba con lo diario, lo profesional
y lo festivo, lo anecdótico y todo lo inolvidable. Llegó el día en que
nos casamos, entrando en la otra parte inolvidable y feliz de nuestra vida,
seguida luego por el nacimiento de nuestros hijos incomparables, primero Julio Alfonso y a los dos años Rosa Agustina, y entonces
supimos lo que era la Felicidad Completa. Nuestro amor seguía sin pausas, con
un futuro siempre imaginable. Hildita
era una organizadora increíble de la vida sin problemas, aportando siempre
todas las soluciones, con perfil bajo, sin grandilocuencias, pero lo único que
veían todos, era que nuestro cariño era insuperable, y nos deseábamos siempre, regalándonos todo el cariño en forma inimaginable. Fuimos tan
felices desde Flores, donde comenzó nuestra historia, luego continuó en la
hermosa casa de Paternal, en F.Sarmiento 2228, donde vivimos
muy felices unos cuantos años, y Rosita nos dio dos nietos, Florencia y
Sebastián, que completan esta historia de felicidad. Nuestro hijo Julio formó pareja en algunas ocasiones, pero
no culminaron en matrimonio, siendo un ser excepcional, culto, profesional, un
hijo ejemplar como la hermana… pero bueno, las mujeres se lo pierden, hasta
ahora. Rosa es universitaria, Lic. en Relaciones P’ublicas, y es la mejor madre
del mundo.
Con todo lo dicho, es lógico que nuestra pareja haya tenido
viento en popa, principalmente impulsado
por nuestro amor continuo e indestructible.
Hace nueve años, charlando en conjunto con nuestros hijos, decidimos
vender la casa de Paternal, y comprar la
actual, en el partido de San Martín, para estar cerca de Rosita y nuestros
nietos, que viven a 25 cuadras de aquí, ya que Julio vive solo hace años, en el
barrio de Recoleta, y comenzamos la
tercera parte de nuestra vida en este domicilio, Villa Ballester, calle
Catamarca 3451.
Ya hemos vivido 8 años aquí… y decimos con Hilda que son los
años de mayor intimidad de los 60 previos… estamos jubilados ambos, vivimos
solos, Esmeralda nos atiende la casa, cocina y hace las compras. Rosita viene
seguido, Julito menos porque trabaja todo el día y vive en Recoleta. Así que estamos muy tranquilos, vemos algo de
Tele ó películas. Leemos libros elegidos por nosotros, de un proveedor, siempre juntos, como un ritual, en el living,
en nuestros sillones. Charlamos mucho, de todos los temas que valen la
pena, y también nos reímos mucho. El problema es que somos ahora muy
sedentarios, y nos trae problemas en la motilidad, y usamos sendos andadores…
Hemos encontrado a Betina, una kinesióloga amorosa que viene a casa y nos hace
rehabilitación kinésica, con un éxito total en Hilda, que ya consiguió dejar el
andador y caminar erguida! Yo en cambio
me he dejado estar como buen médico, y además de la marcha tengo problemas en
mano y brazo derechos…
Y en esta hermosa historia de amor de 60 años, metieron la
cola las adversidades y el 14-10-2014
hubo un apagón total de dos horas, Hilda quedó sola en la cocina y yo en el
baño, y el stress fue total hasta que hubo luz… recién pudimos llamar al
servicio de emergencias, Hilda que andaba divina fue llevada a una U. Coronaria
y un rato después me comunicaron la peor
noticia… era el 15-10-2014.-
Crean ó no los notables, “seguimos hablando siempre”, somos un ser único, inseparable é indivisible como fue toda la vida… y ¡vamos por otros 60 años! …Dios dirá lo
pertinente.-
-SESENTA AÑOS DE AMOR-
HILDA Y JOTACET- 15-marzo-
2015-18 hs-
-JULIO CESAR TAGLE-
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